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¿NÉMESIS EN EL MUNDO DEL LIBRO?

Estos últimos días he leído a todo un clásico de la ciencia-ficción. ¡Hacía siglos que no leía una novela así! ¡Con las que devoraba hace unos años! Un poco alejadas de las últimas lecturas que he afrontado, Némesis, de Isaac Asimov, me ha sorprendido con una lectura casi compulsiva y una imaginación excitada. Sin embargo, ante el cruce de noticias y rumores acerca de los cambios que se avecinan sobre el mundo de los libros cual una némesis despiadada, me ha llamado poderosamente la atención un breve párrafo:

Pasaron varios meses antes de que Wyler hiciera una nueva aparición, y Fisher no le dio la bienvenida. Él había estado de un talante tranquilo en aquel día de asueto, incluso había leído un libro.

Fisher no era de esas personas que conceptuaban el libro como una abominación del siglo XX, para las que sólo el medio audiovisual era civilizado. Sostener un libro, pensaba él, la acción de volver sus páginas, la capacidad para perderse en reflexiones sobre los que acabas de leer e incluso dormitar y despabilarte, sin encontrarte, un centenar de páginas más allá como ocurre con una película, o cerca ya del fin, tenía algo de trascendental. Fisher opinaba que el libro era la más civilizada de las dos modalidades.

Corre el año 2225, la Humanidad vive desperdigada en Establecimientos espaciales por medio Sistema Solar; uno de ellos ha desarrollado una técnica para viajar a casi la velocidad de la luz y ha emprendido la aventura de instalarse en otro sistema estelar, en Némesis, a dos años luz de distancia. En la Tierra están a punto de ir más allá y desarrollar los viajes superlumínicos, a varias veces la velocidad de la luz. La gente ve películas en holovisión, trabaja constantemente con computadoras (no meros ordenadores)... Pero siguen leyendo libros, de los que se sostienen entre las manos, se pasan las páginas, te cubren la cara para dormitar o se caen sobre el regazo cuando das una cabezada. Por otra parte, leer seguirá teniendo el mismo problema: no será esa primera opción de ocio. En aquel día de asueto, "incluso había leído un libro". ¡Cómo se arrastra ese "incluso"!

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