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CERRANDO BRECHAS / MUGAK LOTUZ (III)

CERRANDO BRECHAS / MUGAK LOTUZ (III)

La última de las charlas nos la brindó Josetxu Villacorta, profesor en la Universidad de Deusto , conocedor como pocos de la cultura islámica y promotor del conocimiento intercultural y del diálogo interreligioso. Su exposición, aparentemente desordenada, siguió un orden claro, de un libro al siguiente. Retener todo lo que dijo es complicado, pero conservo algunas pinceladas.

De Ética de la Interculturalidad se podría destacar, a modo de resumen, un proverbio zulú que viene a decir que no se puede ser uno mismo si el otro no lo es también. De ahí pasó a una serie de paralelismos y paradojas del que me quedan dos ejemplos. Por un lado, en el curioso proyecto de Baremboim, en el que judíos y musulmanes forman parte de una misma y única orquesta, se da una reflexión por parte del director: después de interpretar juntos una obra de Wagner, ninguno de los músicos, ni los judíos ni los musulmanes son ya los mismos que eran antes. Hay un algo nuevo que además comparten.

Sobre ese tipo de experiencias, citó al pensador Said que, hablando sobre Goethe, compartía con el alemán que el arte es una salida hacia el otro y no una afirmación de la propia identidad. Tal vez esto es lo que acercara a judíos y musulmanes tras interpretar en una orquesta sinfónica.

Otro libro, Multiculturalismo del miedo, denunciaba por su parte la indiferencia con que todas estas cuestiones de la interculturalidad, las relaciones entre culturas y la convivencia en sociedades que son ya multiculturales se estaban abordando. Frente a ello, la tesis de su autor es que aunque no fuera más que por miedo a los terribles conflictos que podrían darse por esta mismas cuestiones, el multiculturalismo debería abordarse con mucha más seriedad.

Tal vez el miedo sea un buen motivador, pero no parece ser un buen motivo, ya que tiende a provocar cierres de filas. Leopold Shangor propone el diálogo como medio en el Diálogo entre culturas.

Y este breve comentario parece desencadenar una serie de pensamientos encadenados que entrelaza Edgar Morin en su Introducción al pensamiento complejo. Es complejo, pero tiene su sentido en el conjunto de la exposición de Villacorta. Morin estaba preocupado por saber qué debe definir la cultura global. Para ello veía que se contraponía esa idea de globalidad con lo local porque era algo complejo, frente a la sencillez de lo cercano e inmediato. Pero quienes rechazaban esa complejidad del mundo global lo hacían por miedo a un pensamiento complejo, algo que pudiera acabar llevándoles a traicionar las posiciones de partida. Un poco lioso, ¿no? 2+2 = 4 no ofrece complicaciones, pero en las ideas y las relaciones entre culturas y entre personas, los posicionamientos de partida son difíciles de mantener inmutables si uno realmente está dispuesto a dedicarles atención, a pensarlos.

Por ello, para definir una idea, una cultura, un concepto, no se puede a partir de sus fronteras, borrosas, superpuestas, sino por sus núcleos. “Las culturas deberían ser aproximadas y definidas desde su corazón, pero no un corazón acorazado”. Para conocer y comprender una cultura es necesario acudir al núcleo de sus características. A menudo conocemos otras culturas, y las juzgamos, a partir de conductas periféricas, fronterizas, añadidas. Eso no las define realmente

Cuando dos instrumentos tocan al unísono es porque un tercero les ha dado el tono”. Como les ocurriera a los músicos de Baremboim, nos encontramos con que dos culturas, enfrentadas en sus periferias, buscan un mismo tono, una convivencia en sus núcleos. Entonces deberían buscar juntas ese tercer instrumento. En lugar de contraponer sus características, sus elementos distintivos para ver cuál es el mejor, el bueno, el tono del tercer instrumento es algo real que las une.

Para terminar con esta compleja redacción, citando a un hindú, Mishra, se puede concluir que el mundo ha de “vivir en convergencia, en base a la divergencia”. Un mundo en el que no prevalezca ningún –ismo, sino que se pueda dialogar entre varios, no para uniformizar el pensamiento, pero sí para tender a una convergencia que permita descubrir esos elementos que unos y otros conservamos y entonamos al unísono porque proceden de un mismo tono previo, de una misma búsqueda vital.

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