EL LIBRO DE LAS TIERRAS IMAGINADAS
Guillaume Duprat nos ofrece un viaje por el espacio y por el tiempo: cómo hemos imaginado la Tierra las distintas culturas de este planeta. Interculturalidad para estudia las Ciencias Naturales, la Historia y la Mitología
Desde hace unas semanas tenemos un curioso libro que llegó a la librería un poco como sin querer, y la verdad es que no sé si sigue disponible en la editorial ya que en su web no lo he podido localizar. Pero entre sus páginas, entre las ilustraciones y las pestañas que nos descubren cosas nuevas, hay todo un tratado de interculturalidad a partir de las Ciencias Naturales, la Historia y la Mitología.
El Libro de las Tierras imaginadas es un viaje por las distintas formas en que los seres humanos hemos imaginado nuestra Tierra, tanto en la diversidad de nuestras culturas como en el devenir de nuestras historias. Así, descubrimos que la Tierra ha sido una isla suspendida en el espacio o sobre animales míticos; que ha sido plana o esférica; rectangular, cuadrada, circular o triangular; delimitada por tenenbrosos océanos, por inexpugnables montañas o por animales; que ha sido única o que ha compartido espacio con otros mundos y otras tierras, unas más arriba trepando por inmensos árboles mágicos, y otras más abajo, en las profundidades del subsuelo. Para los griegos, la Tierra se centraba en el Mediterráneo y se acababa poco más allá de los confines de este mar; para los budistas del norte de la India, en cambio, la tierra tenía la forma de un triángulo, en cuyo centro, altísimas montañans tocaban el cielo, y en sus alturas, de un gran lago mítico nacían los cuatro grandes ríos de la Antigüedad asiática. Para los cristianos de la Edad Media, el centro del mundo era Jerusalén; para los musulmanes era La Meca, pero para todos ellos lo importante de este mundo estaba en torno al Mediterráneo, y más allá era una tierra desconocida llena de bestias y peligros.
Curiosamente, los fons de Benín y los hindúes indios creían que la Tierra era una gran roca, una isla sustentada por animales mitológicos, entre ellos la serpiente. Esta también aparece en las visiones del mundo que comparten los dogones de Mali, los vikingos euroepeos o los shipibos del Amazonas. Para toso ellos el mundo era circular, delimitado en su borde exterior por una enorme serpiente que se mordía la cola. Curiosamente, para los tres en el centro del círculo se alzaba un eje que ponía en comunicación distintos mundos, el de los humanos y los de los dioses y espítius y sujetaban el cielo sobre nuestras cabezas. Para los dogones era un gran poste de hierro; para vikingos y shipibos, enormes árboles mágicos. Tortugas, toros, bufalos y peces también aparecen sujetando una Tierra que unas veces flota en el espacio y otras en el océano.
La gran aventura de la ciencia que emprenden los europeos, apoyados en los estudios matemáticos de los antiguos griegos, babilonios y egipcios, acabará por descubrinos un planeta esférico, aunque achatado, de más de 40.000 km de circunferencia, con un interior incandescente, y que gira en torno al Sol y a sí misma. Pero hasta llegar aquí, muchos han colaborado a lo largo de muchos siglos en un gran trabajo de equipo: Platón, Eratóstenes, Ptolomeo, Al-Idrisi, Cristóbal Colón, Leonardo da Vinci, Galileo, Athanasius Kircher, Newton, Maupertis, La Condomine o Edmund Halley.
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