UNA DE FANTASMAS
MI VIDA EN LA MALEZA DE LOS FANTASMAS
TUTUOLA, AMOS
Siruela, 2008
15,90 €
Primera novela publicada en castellano de este reconocido escritor nigeriano (1920-1997). Su trayectoria personal hace difícil imaginarle como escritor al modo occidental, con unas cuentas novelas en su haber. Tuvo que abandonar sus estudios a la temprana muerte de su padre y pasó por diversos empleos. De origen yoruba, sin embargo escribía en inglés, si bien se trata de un inglés peculiar, el criollo o pidgin que se desarrolló en tantos territorios coloniales británicos. Cabe destacar también que se crió en la religión cristiana, en escuelas anglicanas, algo que tiene un claro reflejo en esta novela que comentamos. Un anglicano nigeriano de ambiente rural... Puede resultar difícil descubrir en él características o rasgos de la cultura cristiana a la que estamos acostumbrados en Europa. Y es que si algo tienen en común sus distintas novelas es que están profundamente imbuidas de la mitología de su pueblo yoruba y de otros vecinos, como los igbos (entre quienes también vivió). La mezcla de creencias animistas en seres sobrenaturales y en mundos mitológicos pre-cristianos y formas y principios plenamente cristianos es más que evidente en su obra, como lo es, de hecho, en toda África (y en otros lugares del mundo, por supuesto).
Mi vida en la Maleza de los Fantasmas es la historia de un niño que se pierde en la selva, entrando en la Maleza de los Fantasmas, un mundo paralelo, como otra dimensión, en la que habitan los fantasmas, seres sobrenaturales, muertos a destiempo que sin embargo todavía no han dado el paso a la Ciudad de los Muertos; es decir, muertos, pero no del todo. Como único ser terrenal en este reino de fantasmas es tratado con brutalidad la mayoría de las veces, tomado como esclavo, golpeado y obligado a trabajar para distintos fantasmas de los que consecutivamente huye para acabar en manos de otro. Así, mientras intenta encontrar el camino a su pueblo, recorre los numerosos pueblos de la Maleza de los Fantasmas, en una reproducción casi exacta de la sociedad terrenal, dividida en pueblos o tribus, con un rey, una población principal, aldeas dependientes..., con comercio entre los distintos pueblos, guerras, fiestas, encuentros, familias, matrimonios..., y con muerte. Los fantasmas no pueden morir; en realidad ya están muertos, pero curiosamente se pueden matar. A diferencia de lo que en Europa conocemos como fantasma, en esta maleza africana tienen carne y hueso, habitan sus casas, se casan y tienen hijos. Hay un pasaje en el Evangelio según S. Juan que define lo que en nuestra cultura cristina es un fantasma: "no soy un fantasma porque no tengo carne hueso" (Jn 20, 19-31). Sin embargo, esto no encaja en la novela de Tutuola. La tradición que refleja en sus historias, no sólo en esta, tiene mucho más que ver con los cuentos de los griots, las leyendas mitológicas de sus mayores y con las creencias anteriores de esta parte de África que con los principios proclamados por los misioneros anglicanos.
Mi vida en la maleza de los Fantasmas es, ante todo, una angustiosa historia de miedo. Tal vez no tanto para nosotros, lectores europeos que ponemos nuestros miedos en otros sitios, pero no es difícil imaginarse escuchando las desventuras pavorosas de este niño en tan inhóspita maleza, en medio de la penumbra creada por una hoguera en torno a la que un buen narrador pone caras, hace gestos, modula la voz, repite frases, describe gráficamente el aspecto tan temible como el de la señora de las cabezas. Entonces, sí, sentiríamos realmente el miedo que transmite Tutuola a través de este niño. Bueno, niño al principio; todo un hombre hecho y derecho cuando termina el libro.
Esto me lleva a un último comentario, sobre el lenguaje. Amos Tutuola, decía al principio, se expresa en un peculiar inglés, no sólo por las palabras que emplea, sino también por la forma de construir las frases. Al mismo tiempo, tiene un estilo que puede dar la impresión de incorrecciones o de errores. Sin embargo, no es algo del todo fortuito. Esta novela es un trasunto, en realidad, de la literatura oral: es la narración oral de un griot o cuentacuentos sólo que en papel. Así, se repiten expresiones seguidas, trata de explicarse en frases que se enredan, y utiliza algunos giros que nos obligan a imaginar una imagen (valga la redundancia) gráfica. Puede que no resulte una lectura del todo fluida o cómoda ya que en ocasiones es necesario releer algunas partes para no perderse, pero ofrece otra forma de leer lo que en realidad es oral, y así hay que entenderlo.
Probad a dejar suelta la imaginación y os veréis muy lejos del sofá o de la cama donde estéis leyendo.
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