LITERATURA DE VIAJES
La literatura de viajes clásica se nutre de reportajes y testimonios de viajeros, descubridores, expedicionarios, aventureros y gentes inquietas en general que, en un tiempo en el que el mundo era inmenso, casi inabarcable y profundamente desconocido, se lanzaron a la aventura de viajar por el mero placer de ver lugares nuevos, inéditos, en pos de la Terra Incognita de los antiguos mapas medievales.
Théodor de Bry fue uno de ellos, de los precursores de los buscadores de nuevos mundos, que a finales del s. XVI y en el XVII recorrió el contorno de América, África y Asia recogiendo en dibujos y escuetas descripciones todas las maravillas, absolutamente nuevas, que se fue encontrando por el camino. Siruela lo publicó en una edición facsímil. Le seguirían otros muchos marinos y en Europa se organizaron
sociedades geográficas para promocionar estos viajes de descubrimiento. Pese a estar tan vinculados a las políticas colonialistas y la expansión imperialista de las potencias europeas del s. XIX, estos viajes, las aventuras de sus protagonistas, contribuyeron decisivamente a dibujar una imagen más acertada de nuestro mundo y a difundir, aunque fuera de forma colateral, la extraordinaria riqueza de su diversidad.
crecientemente urbano, en forma de libros y relatos sobre las expediciones. A los clásicos libros de aventuras de escritores como Julio Verne o Emilio Salgari, por ejemplo, se añadías crónicas y reportajes que empezaban a ser escritos con estilo periodístico con la intención de trasladar a los ciudadanos de Occidente una impresión científica, veraz, acertada y rigurosa de las formas de vida, tipos, tradiciones, paisajes, ritos y acontecimientos de lugares remotos del mundo, de aquellos rincones con los que compartían pertenecer a un mismo imperio, por ejemplo.
Edward Granville Browne (1862-1926) nos relatará su Año entre los persas; Robert Byron (1905-1941) describiría su Viaje a Oxiana; Peter Fleming (1907-1971) traería Noticias de Tartaria ; Ella Maillard (1903-1997), una de las primeras mujeres viajeras, visitó Oasis prohibidos en sus interminables expediciones por Asia Central; Ladislaus E. Almásy (1895-1951) recorrió el desierto a nado; André Guide (1869-1951) nos legó su Viaje al Congo ; Michel Peissel (1937) nos mostró a Los últimos bárbaros. Más recientemente, Rick Ridgeway nos invita a recorrer África a pie, en un nuevo estilo de relatar los viajes que se extiende en los últimos tiempos; Alfonso Armada nos presenta sus Cuadernos Africanos y Juan Goytisolo nos lleva a Capadocia de la mano de Gaudí.Se reeditan antiguos viajes en un intento encomiable por redescubrir el aspecto del mundo en otros tiempos. El gran Rihla
emprendido por Abana a través de las arenas del Sáhara es rescatado por smaël Diadié. La editorial Ediciones del Viento ha venido publicando, a su vez, grandes obras clásicas de viajes de la primera mitad del s. XX, y aun anteriores: el Orient Express de John Dos Passos; las crónicas de Evelyn Waugh en Gente Remota y Noventa y dos días; el viaje en familia en Arthur Conan Doyle por África, o el de Winston Churchill; las expediciones arqueológicas de Leonard Wooley en Mesopotamia; o el clásico de Chateaubriand De París a Jerusalén; y el de Jim Corbett por la India, igual que Julio Verne en Casa de Vapor; las penalidades de Théodore Monod por el Sáhara o las de Lawrence de Arabia en Oriente Próximo; y sobre todo, el exotismo que atrapó a Pierre Loti, Lafcadio Hearn y otros occidentales en el misterioso Japón del s. XIX.
Y si son viajes clásicos lo que se desea rememorar Olañeta y Miraguano han publicado memorables relatos de viajeros ilustrados y costumbristas, como el Viaje por las Costumbres, Usos y Trajes de África, que recoge una serie de
artículos aparecidos en El Globo, en la primera mitad del s. XIX. Por su parte, Fr. Iñigo Abbad y Lasierra vio por fin editado su
Diario del Viaje a América en 2003 de la mano de Miraguano. Redactado en 1781, recoge la visita pastoral de fr. Iñigo, un abanderado de la Ilustración española del XVIII, a las colonias centroamericanas entre 1772 y 1774. Y más nos remontamos para recordar La Primera Vuelta al Mundo, de mano del propio Juan Sebastián Elcano y algunos de sus compañeros.
La Descripción del Damasco Otomano (1807-1920) recoge impresiones, relatos y crónicas de diversos viajeros que a lo largo del s. XIX visitaron la fascinante Siria de los tiempos otomanos, cuando en toda Europa cunde el mito del exotismo oriental y todo lo relacionado con el exuberante, pero decadente mundo musulmán de la época reclama la admiración y curiosidad occidentales. Por su parte, La India mágica y real de Enrique Gallud Jardiel nos propone descubrir ese mismo mundo de exuberancia y exotismo oriental en la India moderna.
Y antes de terminar, es necesario mencionar la visión pionera de un estadounidense viajero como pocos: Burton Holmes. Precursor indudable de los exitosos documentales actuales sobre viajes, lugares remotos,
gentes desconocidas y costumbres inimaginables, Holmes recorrió el mundo de principios del s. XX, aquel mundo dominado por los vapores, pleno de positivismo y ansioso de conocimiento, con su cámara fotográfica de diapositivas, para regresar después a Estados Unidos y Europa y llenar los teatros con sus proyecciones de vistas coloreadas y comentadas, los Travelogues. Un trabajo que ha recuperado Taschen en un libro con el que ir
desde Chicago hasta Tokyo, o del París de calles adoquinadas al apacible Tibet acompañado por las impresiones del infatigable Holmes.
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