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EDWARD SHERIFF CURTIS

¿Suena de algo? Como otros conocidos antropólogos, su nombre sólo resulta familiar para el estrecho círculo dequienes se dedican a la antropología. Poco trasciende del trabajo de estas personas al público en general. Sin embargo, gran parte del cine Western que hemos podido ver, sobre todo esas grandes y memorables películas que retratan la vida de las tribus indias y la lucha entre estas estas y los colonizadores europeos (¿qué son si no los blancos estadounidenses?), basa sus ambientaciones y caracterización de los indios en trabajos silenciosos y aparentemente interminables de personajes como Curtis.

Nacido en Wisconsin en 1868, ya no conoció los avatres de la Guerra de Secesión de los Estados del Sur, pero la suya fue la generación que conquistó el Oeste. Muy pequeño aún, se trasladó con su familia a Minnesotta, muy cerca de los asentamientos de las tribus Chipewa, Menomini y Winnebago. Así que desde muy pronto se acostumbró a convivir con los indios. También desde muy pronto se aficionó por la fotografía. Edward S. Curtis es uno más de los muchos personajes que han dado los EE.UU. y que a caballo de los siglos XIX y XX se destacaron por ser autodidactas y alcanzar un gran éxito profesional y personal en sus áreas de trabajo, dando origen con ello al "American Way of Life" de hombres hechos a sí mismos (el auténtico self-made man).

Nuevamente trasladada su familia al estado de Washington en 1887, tras varias vicisitudes abre un estudio fotográfico asociado con Thomas Guptill. Corren los años 90 del s. XIX y en la fotografía se imponen las modas de la pintura, un toque artístico para las composiciones de las imágenes. Entonces comienza Edward a fotografiar a los indios. Uno de sus primeros modelos será la Princesa Angeline, hija del Jefe Seattle, conocido por el discurso que dirigió al presidente de EE.UU., "Nosotros somos una parte de la Tierra". Excursiones y expediciones más tarde, habiendo inventado los procesos fotográficos que emplean polvo de oro y plata en la fijación de las imágenes en el papel (procedimientos empleados hasta hace poco tiempo), Curtis es un fotógrafo consagrado que ha difundido los paisajes y gentes del Gran Oeste norteamericano por todo su país. Gana el importante premio de la Convención Nacional de Fotografía en 1898.

El comienzo de su aventura particular se da en 1899 con su participación en la expedición Harriman a Alaska. Allí fotografió glaciares, pero lo que le dio fama y estableció cuál sería su futura línea de trabajo fue su serie de retratos indios de aquel viaje. 1901 marca el comienzo de un proyecto personal para retratar a todas las tribus indias del país, sus formas de vida, sus poblados, actividades, fiestas y costumbres. Un colosal trabajo que calculó que le llevaría 15 años, pero que fueron 30. Durante todo este tiempo recorrió el país, des de Arizona y Nuevo México hasta Washington y Alaska, atravesando las praderas y las Montañas Rocosas, retratando personajes y estampas que podrían caificarse de costumbristas, y que ya en su tiempo constituyeron testigos inestimables de unas formas de vida en claro riesgo de extinción. Además, no se limitó a tomar fotografías, sino que recogió un variado material antropológico y cultural, como las leyendas y cuentos tradicionales, instrumentos, vestidos, etc.

Sus trabajos se plasman en exposiciones fotográficas en el Este, y esto atrae la atención del presidente Roosevelt, que en 1905 declaró su claro apoyo a Curtis. Con esto, resultó más fácil conseguir fondos y apenas un año después veía la luz el primero de 20 tomos de la serie El Indio Norteamericano, con algo más de 1500 fotografías. En 1930 se publicaron los números 19 y 20, concluyéndose este proyecto durante el cual Curtis vivió entre soiux o cheyennes apenas unos años después de batallas como la Little Bighorn.

A lo largo de los años 30 volvió a las reservas indias, esta vez para filmar documentales. En sus últimos años, un nuevo proyecto por retratar los años de la Fiebre del Oro apasionó a Curtis, pero no cuajó del todo. Trabajó también para el cine y en 1952 murió en Los Ángeles, tras una vida muy ajetreada.

Para una información más concreta, puedes entrar aquí, en inglés. Algunas de sus fotografías, las puedes ver aquí también.

Desde los años 90, la editorial mallorquina Olañeta ha venido publicando una parte de los trabajos de Curtis, en concreto los cuentos y leyendas de las distintas tribus, junto con las fotografías. Recientemente también, ha publicado la colección completa de El Indio Nortemaericano.


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