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REFLEXIONES DE LIBRERÍAS IBÉRICAS

Recupero de nuevo un artículo publicado por el amigo Txetxu. De hecho se trata de una reflexión tomada de un blog portugués, donde plantean una realidad sobre la gestión de las librerías muy similar a la que sufrimos por aquí. Y sí, digo "sufrir", y menos mal que hoy en día estamos informatizados y existe internet como herramienta para el intercambio de información, que si no, ni me puedo imaginar cómo serían las cosas.

Es una queja ya vieja, y eso que yo soy relativamente nuevo en esto de los libros y las librerías, que el volumen de ediciones es excesivo y que la vida de los libros (el periodo de tiempo desde que son editados, publicados, hasta que se clasifican como agotados o descatalogados, es decir, que ya no quedan ejemplares disponibles en la editorial ni los va a haber) es cada vez más corta. Se me ocurren algunas cosas positivas y algunas otras negativas sobre esto. Las positivas:

  • Más diversidad
  • Edición más democrática: es más fácil llegar a ver publicado un trabajo propio, hay muchas editoriales y muchas posibilidades de editarse uno mismo
  • ...

En cuanto a las negativas:

  • El riesgo que se corre con una publicación hace que se apueste cada vez más por productos "comerciales", es decir, en trono a fórmulas que se repiten y que se saben con éxito, lo cual no es precisamente fomento de la creatividad o la originalidad
  • Lamentablemente, la democratización de la edición y el aumento de publicaciones guarda una proporción directamente inversa a la calidad. Entendiéndaseme, no estoy en contra de la eliminación de trabas a menudo elitistas y políticas para que quien tenga o sienta que tiene algo que expresar no lo pueda hacer, pero la creciente competencia no lleva pareja una selección en cuanto a la calidad de lo que se escribe y se publica. Habría que ver la de faltas ortográficas que acumulan algunos libros de determinadas editoriales económica y comercialmente muy potentes, por mencionar algo totalmente objetivo y evidente.
  • El exceso de publicaciones se da no tanto porque se publiquen 50.000 ó 100.000 nuevos títulos en un año, sino porque ni de lejos se demandan y se compran esa cantidad de libros, y lo más grave es que no hay una iniciativa editorial por el fomento de la cultura lectora, de la cultura de la palabra impresa en este caso. Se traslada toda la responsabilidad sobre este tema a los propios lectores, y al público en general, que si no compra más libros y no lee más es porque no quiere, porque es un inculto o porque está atontado por otros medios de entretenimiento de peor calidad todavía
  • Para minimizar el riesgo comercial de un libro, las grandes editoriales publican una gran variedad de títulos, con que uno solo triunfe y se convierta en un best-seller bastará para hacer rentable el conjunto de la editorial, aunque esta lógica tan sólo ayuda a este tipo de editoriales con presencia (por vía de participaciones empresariales antes que de otro tipo) en medios de comunicación de masas. Por el camino lo que hacen es lastrar a todo un canal de difusión y comercialización de los libros: los libros han de transportarse hasta el distribuidor, de este a las librerías, que incapaces de asumir el aluvión, con públicos incapaces (es cuestión de tiempo y de dinero y de espacio) de leerlo todo, a menudo devuelven gran cantidad de los libros recibidos. Viajes de ida y vuelta que tan sólo generan gastos. Para las librerías el gasto no es sólo el transporte, sino también el tiempo de gestión (lo que viene muy bien expresado en el artículo que señala Txetxu y que ha dado pie a toda esta parrafada) y sobre todo la precarización o descapitalización de las librerías. Porque devolver se puede devolver, los libros, no el dinero. Los libros llegan con su albarán, que se convierte en factura, con un vencimiento, que se cumple; los libros al devolverse van con otro albarán, que se traducirá en otra factura que rectifique a la primera, pero con su propio vencimiento, lo cual genera créditos para las librerías, pero sin mayor margen para reconducir sus selecciones de libros. Y todo esto ha de ser soportado por márgenes comerciales ridículos.
  • Una última consecuencia, que cuando un libro es realmente bueno y demandado, enseguida se agota porque las tiradas son mínimas, limitando de forma ilógica su difusión y su venta. Bueno, salvando los best-sellers y las ediciones fantasma (que un libro sea reeditado hasta 15 veces en menos de 6 meses me parece más una operación de marketing que una realidad).

Decía el texto que cojo de Txetxu que es físicamente imposible tener todos los libros, y añado que tampoco los quiero tener aunque pudiera. La única manera de mantenerse en medio de esta ilógica vorágine editora es especializándose, en ciertos temas, en ciertas editoriales que ofrezcan calidad, etc. Nunca se podrá tener todo, pero sí se podrá conseguir que todo lo que se tenga sea bueno y merezca la pena, y el placer, de leerlo.

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