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ÁFRICA, ENTRE LA SECESIÓN Y LA UNIÓN

Los dos últimos números de la colección Biblioteca de Estudios Africanos de la editorial Bellaterra parecen ser contradictorios: África debe unirse (nº17) y Secesionismo en África (nº18). Y es que en el continente africano, tal como ocurre también en Europa, por ejemplo, los pueblos y los Estados se mueven entre dos extremos que no necesariamente son contrapuestos: el nacionalismo de los pueblos y la reivindicación a la propia identidad, y los proyectos panafricanistas. Estos dos libros que os presentamos aquí tartan de estas dos realidades.
El primero, obra de Kwame Nkrumah, el que fuera primer presidente de Ghana, a la sazón el primer Estado subsahariano en alcanzar la independencia (1957), fue publicado originalmente en 1963, año en que se constituye la Organización para la Unidad Africana (OUA). cuando aún no todos los países africanos habían logrado la independencia de sus metrópolis coloniales, ya empezaba a ser evidente la necesidad de una integración regional. El primer motivo: superar las arbitrarias fronteras coloniales con que surgieron los Estados africanos, fuente constante de conflictos internos e internacionales en el continente negro. El llamamiento de Nkrumah, a la vista de lo transcurrido en África, es evidente que no caló, pero la OUA sigue existiendo y el Panafricanismo resurge con potentes movimientos en Europa y en África. Lejos de ser una obra trasnochada, este África debe unirse clama por su vigencia.
En cuanto a Secesionismo en África, recoge una serie de aportaciones de distintos autores, bajo la dirección de Jordi Tomàs, analizando hasta 13 conflictos abiertos en África por reivindicaciones que podríamos llamar nacionalistas. Regiones integradas en Estados herederos de los territorios coloniales reclaman su independencia, su diferenciación e identidad propias respecto de un Estado en el que culturalmente no se sienten comprometidas. Las situaciones analizadas son muy distintas y se han manifestado, también, de formas diversas, recorriendo todo el continente, desde el Sahara Occidental hasa Somalilandia y Eritrea, pasando por la Casamance, Níger, Camerún, Katanga o Ruwenzururu, entre otros. Todas estas regiones se diferencian étnica, lingüística y culturalmente los grupos dominantes o hegemónicos en unos Estados que en ningún caso responden al modelo de Nación-Estado homogéneo que se se ha pretendido en Europa. La gran diversidad étnica de África quedó subsumida en fronteras arbitrarias y artificiales creadas por las ansias territoriales de las potencias europeas desde el s. XVIII, que tras tomar posesión de amplias porciones de África, las organizaron en territorios que respondían, ante todo, a realidades geográficas o económicas en función de la ocupación y explotación de dichos territorios, nunca en base a la población preexistente en dichos territorios. Como resultado: una tremenda inestabilidad alimentada, además, por otros intereses extranjeros en el continente. Sin embargo, más allá de la situación de dependencia y explotación económica que África ha seguido sufriendo después de lograr la independencia y que ha alimentado guerras civiles y enfrentamientos fronterizos bajo la apariencia de luchas tribales, subsisten movimientos organizados y sostenidos en el tiempo que continúan reclamando una mayor autonomía, si no la independencia de algunas regiones respecto de los Estados en los que están encuadradas.

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